miércoles, 16 de octubre de 2013

Tragicomedia llamada mundo

Rojo y blanco. Toda tragedia debería estar teñida de esos colores. 
Te paseas sonriente, mientras con tu mano limpias los restos de sangre en tu rostro. Los pies se hunden en la impura nieve, manchada de escarlata. Llevas puesta tus mejores ropas: aquel traje negro que te hicieron a medida para la segunda boda de tu madre. Al igual que el resto de tu cuerpo, el traje está bañado de aquel líquido pringoso con olor a metal. Qué pena, un desperdicio de traje, piensas mientras sacudes ligeramente la cabeza.
Aquel instituto te recuerda a los mejores años de tu vida. Años desperdiciados entre materias sin una utilidad real, siendo el actor de la mejor comedia que se haya escrito jamás. Las conversaciones en los pasillos, con aquella constante muletilla: «En este pueblo nunca pasa nada emocionante». Tú te has asegurado de que eso cambie.
En la trayectoria de tu pie se interpone una cabeza enterrada en la nieve. Observas aquel cuerpo femenino y determinas que está muerto. Pero la curiosidad te invade. Tiras con fuerza de su cabello, para alzar aquel cráneo y encontrarte de frente con su dueño.
Te sorprende descubrir que no está tan muerta como parece. La chica entrecierra los ojos a causa del dolor, mientras mantiene una mano presionada contra su abdomen. La reconoces; es quien se sienta a tu lado en todas las clases, quien se ofrece a ayudarte con todas las materias que no entiendes. Sonríes mientras ella formula una pregunta que no suena a reproche, pero tampoco a querer entender:
―¿Por qué?
Una carcajada brota de tu garganta y raspa aquel silencio. Las sirenas a lo lejos se convierten en la banda sonora de tu más perfecta obra.
―¿Por qué, preguntas? ―preguntas a tu vez, sentándote en cuclillas encima del cuerpo, con una mano sujetando aún su pelo. Sacas una navaja de tu bolsillo, la limpias contra los pantalones―. Sólo quería emoción.
Cercenas su garganta con gran precisión y la sonrisa roja se funde con el blanco. Los policías te encuentran allí, aún sobre el cadáver. Pletórico. Un amasijo de locura.

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